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Consejos para actuar con un niño caprichoso

Consejos para actuar con un niño caprichoso

Tratar con un niño caprichoso es toda una odisea para sus padres, al cogerse berrinches y montar numeritos cuando no obtiene lo que quiere. Y a menudo se cede ante sus pataletas y rabietas antes de que empeoren por el miedo a pasar un mal rato en la consulta del médico o en el supermercado ante la mirada de los demás.
Pero si se corrige el motivo de esa actitud caprichosa, el problema puede tener solución. Por eso, vamos a ver unos consejos para poder actuar ante los caprichos de los pequeños.
  • Establecer límites. Esta es una de las bases de la educación de los niños, y en el caso de los que son caprichosos es tanto una forma de solucionar el problema como de prevenirlo. Si establecemos normas y límites con claridad, en cuya decisión el propio niño puede participar, y que tengan cierta flexibilidad y sean acordes con la edad y la capacidad comprensiva del pequeño, sabrá qué puede exigirnos y qué no.
  • Unión y coordinación de los padres. Los progenitores tienen que tener todo bien atado y apoyarse mutuamente. Por eso es importante tener comunicación y coordinarse entre ellos.
  • Ciertos familiares suelen dar caprichos a los niños, como los abuelos o algunos tíos. De hecho, popularmente se dice que los padres son los que educan y los abuelos los que dan caprichos. Que algunos familiares lo hagan en alguna ocasión es normal, pero sin excederse y haciéndoles comprender que son casos excepcionales y que no se puede ni exigir lo mismo de los padres ni creer que va a ser lo habitual cada vez que vean a esos familiares.
  • Algunos caprichos de los niños tienen como objetivo reclamar la atención de sus padres, y el problema se resuelve dándole la atención que busca. Hay veces que los padres no tienen el tiempo suficiente para su hijos, pero si el que se tiene se le da al niño y es de calidad, los momentos juntos pueden ser muy buenos. No hay que olvidar que el tiempo se pasa volando y la infancia también, y es un periodo de recuerdos que serán para toda la vida, por lo que vale la pena esforzarse y dedicarles tiempo cada día.
  • El niño debe educarse de manera que sepa valorar lo que tiene. Si cada vez que le hacemos regalos le llenamos de juguetes no los apreciará de la manera adecuada (además de que no tendrá tiempo para jugar con tantos). El niño tiene que aprender a valorar las cosas, cuidarlas, y no aburrirse de ellas y reemplazarlas con demasiada rapidez.
  • Los padres deben educar de la misma manera, y no actuar uno como el malo y otro como el bueno. No es bueno que uno de los dos sea el que regañe o tenga firmeza y el otro sea más permisivo, ya que entonces el niño sabrá a cuál de los dos le puede pedir las cosas. Entre los padres también se deben decidir ciertos límites.
  • Hay que enseñar al niño a comprender que las cosas cuestan, y no se trata sólo del valor económico. Por eso siempre ayuda ponerle algún reto para, si lo logra, darle lo que ha pedido. Así el niño aprenderá que cuesta conseguir las cosas, que el esfuerzo tiene su recompensa, y sabrá valorar más lo que ha obtenido.
  • Tener firmeza. No hay que dejar de mantenerse firme ante las rabietas del niño ni ante los gritos, llantos o amenaza de montar un espectáculo. Antes o después, aunque tarde, se dará por vencido. Se trata de que entienda que hay unos límites y no puede tener todo lo que se le antoje. Esto evitará problemas de educación posteriores y que lo paguen con otros niños u otras personas.