Los tres tipos de fobias comunes
Hay tres tipos de fobias que se dan comúnmente. Se trata de la agorafobia, la fobia social y la fobia específica. Debido a que son comunes, su tratamiento es más fácil y su respuesta a tratamientos psicológicos es mejor. Vamos a conocer cada uno de ellos.
Agorafobia
Es el tipo de fobia más complicado de tratar de los tres, pero puede solucionarse. Se trata del temor a sentir angustia o a que nos pase algo cuando salimos de casa, cuando nos encontramos en un lugar cerrado o cuando estamos en un lugar como un cine. Las personas que lo padecen tratan de evitar salir sin compañía o de ir a ciertos lugares.
El DSM-IV o Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales define la agorafobia como el miedo a situaciones y/o lugares en los que poder escapar es difícil, o que resultan embarazosos, o aquellos en los que la ayuda si se sufre un ataque de pánico puede no estar disponible. Algunos ejemplos de estos lugares o situaciones son las habitaciones cerradas, los puentes, los túneles, los viajes en medios de transporte o incluso lugares tan habituales como las tiendas.
Fobia Social
Para el DSM-IV, la fobia social es un miedo persistente a situaciones y/o actuaciones de tipo social en las hay una gran preocupación sobre la evaluación negativa o escrutinio que se pueda sufrir. Ejemplos de estas actuaciones o situaciones son mantener una conversación, comer junto a otras personas, hablar en público o escribir. La fobia social provoca que, entonces, aparezcan síntomas de ansiedad como el rubor, la sudoración, la angustia y el temor.
Se trata del más común de los tres trastornos, y hace que la persona sienta temor a lo que otros puedan pensar de ella, o a hacer el ridículo. Quienes lo padecen tienen dificultad para relacionarse con otros “de tú a tú” por ese miedo al “qué dirán” o por si algo les va a salir mal o van a trabarse en una conversación. Esto afecta de manera muy negativa a sus relaciones sociales.
Fobia específica
Las fobias específicas son las que están relacionadas con situaciones concretas, cosas o animales, como pueden ser la visión de la sangre, las arañas, los ascensores… El DSM-IV las define como un miedo persistente, que incluso llega a ser excesivo e irracional, que se desencadena ante la vista, presencia o anticipacion de eso que se teme. Así, una tormenta, un avión, un animal o las alturas provocan la aparición del pánico, la angustia, la ansiedad y la necesidad de evitar ese “algo” a toda costa.